¡Bienvenidos a Sydney!
Después de una temporada sin relatar mis aventuras, regreso con fuerzas para comentar mis vivencias al otro lado del planeta. Esta vez me he ido tan lejos que si voy un poco más para allá en vez de ir vuelvo. Si, como algunos sabios decían, la tierra fuera plana, yo estaría ahora mismico en el borde mirando al barranco cósmico.
Para empezar con buen sabor de boca, lo mejor son los clásicos así que hoy vamos a dar una vuelta por la fabulosa Opera House y sus alrededores. Por cierto, ¡recuerda pinchar en las fotos para verlas más grandes! Ojito al mapa:
Recorrido de hoy: desde el Circular Quay al puente de Sydney
Harbour Bridge, la Opera House y los Jardines Botánicos.
Harbour Bridge, la Opera House y los Jardines Botánicos.
Bueno, antes de empezar sólo decir que ésta es la imagen
que tengo de Sydney en general... ¡relax!
que tengo de Sydney en general... ¡relax!
Pues llegamos al puerto de Circular Quay. Sydney es una ciudad construida en el interior de una especie de ría que la protege del mar, lo que hace que esté plagada de puertos deportivos. Circular Quay es uno de ellos, el más grande quizá, y desde donde se puede tomar ferrys a todas partes de Sydney y sus alrededores. Es un lugar al norte del CBD (Central Business District) de Sydney y es un sitio perfecto para pasear un domingo mañanero.
El Circular Quay con el CBD (distrito financiero) al fondo, la clásica muralla de rascacielos. En la ventana del cuarto edificio empezando por la derecha, piso 24, 3º izq, se puede ver a una chica duchándose... increíble.
Uno de los enormes barcos de pasajeros que para en el Circular Quay, son gigantescos.
Un par de aborígenes tocando música. Aquí suele haber gente así
tocando música o haciendo artesanía. Algunos no parecen para nada
aborígenes, sino un australiano pintado de oscuro y con rastas, pero
bueno, quién sabe si el pollo tenía un antepasado aborígen. Estos
estaban tocando esos tubos de madera que tocan los tibetanos (deben ser
parientes, de algún modo) pero con ritmito moderno... no sonaba mal.
El tema de los aborígenes es curioso. Se ve que aquí los tenían explotados, me imagino que un poco como los indios de América, ya se sabe el estilo occidental: "culo veo, culo quiero y a los indios que les den por... perdidos". Pues se ve que uno de los gobiernos australianos decidió que eso estuvo muy mal y ofrecieron disculpas públicas y ayudas económicas para apoyar la cultura aborigen y tal. Casi se diría que ser aborigen ahora "mola". Una de las cosas que se apoya mucho es el arte aborigen, aunque tiene un poco de trampa, no se refiere a arte hecho por los aborígenes antes de la colonización, sino a cualquier tipo de arte que haga un aborigen o descendiente de éstos en la actualidad. Es decir, que te puedes encontrar truños como puños pero como está hecho por un aborigen... entonces mola.
Mirando hacia el mar desde el Circular Quay tienes dos interesantes vistas: a la derecha la Opera House (¡enseguida llegamos, sin prisa!) y a la izquierda el Sydney Harbour Bridge (puente del puerto de Sydney) una colosal estructura metálica que comunica el sur y el norte de Sydney. Si vas en coche tienes que pagar peaje así que imagínate la gracia si vives en un lado y trabajas al otro. Si vas en bici o a pie es gratis (supongo que si cruzas nadando también). Los sydnenianos apodan al puente "el perchero" por la forma que tiene. Tiene 134 metros de altura y se inauguró en 1932. Como cosa curiosa, cuando el ministro de trabajo iba a inaugurar el puente con la tradicional cinta, llegó un tipo a caballo disfrazado de militar y cortó él mismo la cinta, diciendo que el puente estaba inaugurado por el pueblo. Gran acción que le valió una somanta de palos, una multa de 5 libras y que el puente se reinaugurara de todos modos... pero hay que tenerlos cuadrados, ole.
El majestuoso puente de Sydney Harbour Bridge. Es posible contratar excursiones para recorrerlo a pie por debajo y también por encima, allá arriba del todo.
Una foto con el puente en construcción (vale, sí, lo reconozco, he cogido esta foto de internet, qué pasa).
Pedazo de puente. En su día fue la construcción más alta de Sydney.
Y desde esta perspectiva vemos el puente y... tacháaaan, ¡la Opera House de Sydney!
La majestuosa Opera House de Sydney.
El diseño original de Jørn Utzo.
El presupuesto inicial fue de algo más de 3 millones de libras a realizar en 3 años... que acabó transformándose en 102 millones y 14 años. Toma ya, se ve que no solo le pasa a Fomento. Aunque parte de la culpa fue también porque una vez con el diseño entre las manos los arquitectos se rascaban la cabeza y decían "y ahora cómo demonios vamos a hacer esto". Una de las cosas que molaba de Jørn Utzon es que quería "acercarse al límite de la realidad". De hecho, en una ocasión los arquitectos dijeron "mira, que no", refiriéndose a la imposibilidad de hacer el techo con esas formas de velas tan raras. Hasta que al final dieron con la solución: las secciones eran, en realidad, trozos de una esfera. Con esa idea en la cabeza se consiguió solucionar el enigma. Utzon ganó el premio Pritzker (como un Nóbel de Arquitectura) en 2003 y la entrega del premio decía así: "No hay duda que la Opera House de Sydney es su obra maestra. Es uno de los edificios más icónicos del siglo 20, una imagen de gran belleza que es conocida en todo el mundo – un símbolo, no solo de una ciudad, sino de todo un pais y continente". Me imagino a Jørn Utzon más hinchado que un pavo al recibir el premio.
Las cúpulas esféricas de la Opera House, brillando al sol.
Cada cúpula está formada por miles de pequeñas plaquitas geométricas. Aprende, Calatrava, que estas llevan aquí un montón de años ¡y no se caen!
La entrada oficial a la Ópera de Sydney, aunque la vista chula es desde el mar, esa la vemos otro día.
Pero no todo iba a ser bonito. Con los años, los retrasos y los incrementos de presupuestos, las relaciones entre Jørn Utzon y la comisión encargada del proyecto se hicieron tan tensas que al final Utzon tuvo que renunciar y dejar su proyecto en manos de otros. Sin embargo, a finales de los 90 comenzó un proceso de reconciliación y Utzon volvió a Sydney para llevar a cabo otros trabajos relacionados con el edificio, entre ellos una sala de exposiciones que acabó siendo bautizada con su nombre. Según el arquitecto, ese era el premio más grande que podían darle, mucho más que una medalla o dinero. Si es que no hay nada como lo den tu nombre a una sala para volver a ser amiguetes.
El interior de la Opera House. Nos dirigimos a la Sala de Conciertos, una de las dos salas principales que tiene el edificio. La otra es el Salón de la Ópera.
La estupenda Sala de Conciertos, con sillas de diseño, también. Aquí todo es de diseño.
Al fondo el gigantesco órgano.
Desde el interior de la Ópera House se ven vistas estupendas del puente y la bahía.
Vistas de los Jardines Botánicos y al fondo... ¡Carmen! ¡Ole!
La sala de Jørn Utzo, con un tapiz diseñado por él.
La Opera House tiene múltiples usos, y no solo conciertos.
Desde la parte frotal de la Opera House hay una escalera que lleva directamente a los Jardines Botánicos, abiertos en 1816. Es un lugar precioso e ideal para pasar el día paseando o relajados sobre la hierba. Tiene lagos, parques con césped, palmeras, invernaderos con plantas exóticas... Es fácil ver ibis (un pájaro blanco y negro muy gracioso con un pico larguísimo) por todos lados. A la entrada de los jardines hay un cartel que te anima a pisar el cesped y abrazar los árboles. ¡Por fin un parque donde sí se puede pisar el cesped! En la parte sur del parque está The Domain donde a veces hay espectáculos. El otro día ponían La Traviata al aire libre gratis.
Es un sitio ideal para hacer picnic o pasear.
O para meditar un rato.
¡Un ibis subido a un cartel!
Aquí se ve un poco mejor.
Pedazo de araña tejiendo una red amarilla. Da miedo el bicho.
¡Y eso es todo por hoy! Siguiente etapa... las playas de Sydney, y hay unas cuantas.
Mu chulo Sobri, eres el mejor.
ResponderEliminarTio Pipo
Mu chulo Sobri, eres el mejor.
ResponderEliminarTio Pipo
Genial a la abuela le ha encantado dice que se parece a Valencia por la ciudad de las ciencias supongo. Te manda muchos besos.
ResponderEliminarA mi me ha gustado mucho esa ciudad apabullante y moderna y como lo cuentas todo con tu gracia natural que de casta le viene al galgo. Un besote y disfruta.
Tu tia Ana
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