Pero qué playa ni qué, todas estas fotos son ¡de Bristol! Sí, señor, de Bristol. Escondida habitualmente bajo un manto eterno de nubes grises, resulta que cuando sale el sol, Bristol es una ciudad preciosa y llena de vida. La gente toca música por las calles, se pone a tomar el sol, a pasear por el puerto, comer en restaurantes al aire libre... sorprendido quedome, amigo Sancho. Eso sí, debo decir que algunos ingleses, y especialmente inglesas, están para darles de comer aparte, la manía que tienen de tomar el sol sin protección con lo blancuchos que están. En más de una ocasión estuve tentado de bajarme de la bici y decirle a alguna "pero shiquilla, que te va a dar argo, mi arma". Al final no lo hice porque, a ver, ¿cómo se dice "mi arma" en inglés? ¿"my weapon"? no creo... aaaah, pues eso.
Ah, hablando de bicis, me he comprado una y la uso para ir todos los días al trabajo, una gozada, en 10 minutillos me planto en la ofi, preparado para hacer pelis. Aunque estoy lejos del centro, hoy decidí hacer una visita en bici a algunos de los sitios chulos de Bristol, y la verdad, ha sido una pasada. Eso sí, entre bajar al centro, la excursión y volver a casa, 30 y pico kilómetros de pedaleo, me voy a poner como un figurín.
Esta es la ruta que seguí una vez llegué al centro de Bristol: Queen's Park ("queen" se pronuncia como lo que decía Chiquito: "te da cuen"), el S.S. Great Britain, el puente colgante de Clifton y la catedral de Bristol.
Algunas de las muestras de arte callejero que me encontré bajando por Gloucester Road.
Unas preciosas casitas en fila, de estas hay muchas.
Mi primera parada fue la plaza de la Reina, o "Queen's Square". En Bristol hay unas cuantas plazas de este estilo, así con cesped y tal. Cuando hace sol la gente lo deja todo y se pone a echar la siesta (que luego digan de los españoles), tomar el sol e incluso hasta se traen la barbacoa y todo. Como acababa de llegar al centro con el calor y la pedaleada, decidí echarme un ratito bajo los árboles, un momento de esos "porque yo lo valgo", tranquilo, tranquilo.
Llegada a la plaza de la Queen... ¡fistro!
Mi bici y yo... bueno yo estoy sacando la foto.
Vistas desde mi posición destacada en la "operación siesta".
Siguiente parada, el S.S. Great Britain, un barco velero enorme, de los primeros en ser fabricados en hierro y con motor de vapor. En su día, allá por el 1843, fue el barco más grande del mundo. Curiosamente, después de dar vueltas por el mundo terminó donde se fabricó, en Bristol, donde ahora es un museo muy premiado.
El camino hacia el S.S. Great Britain discurre por el puerto de la ciudad, que con buen tiempo aparece saturado de gente tomando el sol, comiendo en restaurantes al aire libre o practicando piragüismo. Hay mucho ambientillo veraniego. Justo antes de llegar al barco hay unas vías antiguas de tren y unas máquinas antiguas que le dan un aspecto muy industrial a todo esto, pero con encanto. La verdad es que la sensación de tranquilidad y relax que hay en los días soleados le da a la ciudad un toque especial, nada parecido a "lo típico" de las ciudades inglesas... eso sí, estos días no abundan, quizá por eso se aprecien más...
Paseíto por el puerto.
La zona industrial del puerto, un sitio chulo para hacer fotos.
Cerca del puerto están las vías abandonadas de los trenes de carga.
Los antiguos trenes de la estación olvidada.
"Ya verás qué risa, cuando le cambie la vía a ese tren, me parto..."
El S.S. Great Britain, orgullo de la flota inglesa.
Curiosamente, al lado del S.S. Great Britain, está el otro edificio de Aardman, mi empresa.
Siguiendo por la orilla del río, en bicicleta o andando, llegas a la parte final del puerto, que da acceso a una zona de parques enormes, verdes y llenos de árboles. Un sitio perfecto para perderse una tarde soleada o hacer el típico picnic con mantel de cuadros, tortilla de patatas, ensaladita, filetes empanados y la bota de vino... no saben lo que se pierden los ingleses.
El puerto de Bristol es muy activo, hay barcos en reparación y todo.
Saliendo del puerto se empieza a ver las colinas verdes.
El parque de Greville Smyth, ya camino del puente colgante de Clifton.
Siguiendo por los caminos que bordean el río, llegas al Clifton Suspension Bridge, o puente colgante de Clifton, un puente enooooorme, que es uno de los símbolos de la ciudad. El puente puede verse desde muchos sitios de la ciudad, ya que está en lo alto y, como dije... es muy grande. El puente, diseñado por el arquitecto Brunel en 1800 y pico, pasa sobre el río Avon a lo largo de 214 metros y a una altura de 75 metros. También es uno de los típicos sitios donde uno se suicida en Bristol. Así que si pasáis por Bristol y os apetece suicidaros, ¡ya sabéis desde dónde podéis dar un saltito!
El caminito que lleva a la base del puente.
El puente se ve desde muchos sitios de la ciudad.
La verdad es que es un buen castañazo si te tiras desde arriba... sobre todo si caes en plancha... qué dolor.
A mi vuelta del puente colgante de Clifton, me encontré, un poco por casualidad, con la Catedral de Bristol. Lo malo es que ya iba de vuelta y no me dio tiempo a parar para verla por dentro, pero ya haré otro reportaje. La Catedral data del siglo XII, en estilo gótico y tiene un rosetón central que, por lo visto, no es muy habitual en Inglaterra. Dicen que tiene una fachada más bien española que inglesa y que tiene aires a la Catedral de Burgos (aunque la nuestra es mejor, seguro). Cerca de la Catedral está la Librería Central de Bristol, con un parque donde, como no, la gente estaba tomando el sol como lagartos.
La estupenda catedral de Bristol, más información en proxímos documentales.
La Biblioteca, con los lagartos al sol.
Parejita disfrutando del solete.
Y para terminar, y de esto ya hablaré en otra ocasión, en el centro ¡hay un montón de tiendecitas y centros comerciales! (esto va, sobre todo para las chicas, claro).
Y eso es todo, de momento, otro día más.